Mauro caminaba con su habitual parsimonia por
los pasillos del liceo; el timbre había sonado hacía
unos cuantos instantes y él volvía a su clase
entre la muchedumbre de estudiantes, con la actitud de quien,
termo bajo el brazo, está dando un paseo por la
Rambla.
Una especie de isla en ese mar de locos atrapados
en el efecto de un botón de acelerar X20 de un control remoto;
una especie de tiempo paralelo, inmune a ese cruel
acelere que terminaría matando a más de un corazón.
Él, en cambio, parecía disfrutar de hasta el monótono
paisaje que ofrecía el techo del liceo, lúgubre sobre las cabezas
y los manchones que zumbaban a su alrededor.
Oyó un grito a su espalda, pero pasó demasiado
r á p i d o
como para darse por
aludido
así que continuó con su andar relax
hasta que llegó a la puerta de su clase,
donde la profesora acababa de entrar,
y
se sentó,
tranquilo,
en el tercer
banco
contra
la
pared,
mirando al pizarrón.
Noelia cruzó el pasillo del liceo el timbre acababa de sonar y ella emprendía su regreso a la clase pero para su desgracia resbaló en la estela de piso recién encerado por las bolas que un muchacho arrastraba al andar y cayó al suelo reventándose el coxis por lo que se paró con dificultad a causa del dolor llegó tarde a clase.
Tiempos
Susukibird
Todo tan distinto para cada persona para cada mundo para cada sonrisa.
ResponderEliminarTe quiero mucho, más allá de todas las miradas y de todas las visiones.